“Te digo adiós, y
acaso, con esta despedida
mi más hermoso sueño
muere dentro de mí…
Pero te digo adiós, para
toda la vida
aunque toda la vida siga
pensando en ti”.
Jose Angel Buesa
¡Oh ligero carruaje! ¡Oh jinete bandido!
Te robaste en robustos
caballos, tú, rodante,
el tesoro más digno que es
brindado… ¡El olvido!
¡Oh jinete bandido! ¡Oh destino triunfante!
Así se lanza aullido con
base adamantina;
Así es puesto el grito en
orbes contrapuestos.
Nefasta rueda hacia nosotros
encamina
el fin de nuestro encuentro,
el fin de aquellos textos.
Olvidarte es tal como suele
ser, imposible.
¡Intentarlo es inútil! ¡Inútil es hacerlo!
No celebres mi adiós, que
por Dios, ¡es terrible!
pues quizá al recordarme habrás
de cometerlo...
Pero el lucero sigue errando
en la ribera
mientras el barco parte y vuelve hacia el abismo.
Te dejo vivo el brillo,
fragancia y primavera.
Ya me dirijo al cosmos de
muerte y cataclismo.
Te dejo la nobleza que calma
y torna tierno
al más tosco viajero, al más
violento hombre.
Te dejo un sano orden, me
llevo infecto invierno.
¡Oh mujer, no te olvides de
mi dolido nombre!