miércoles, 11 de abril de 2012

Por su Efigie Aún Quema


El ave que posaba allí, cual encanto,
de su voz y su lira ya no suenan
las promesas, misiones que envenenan,
el vívido alabar, su canto santo.

El velo de la noche, el sol y el manto
de azuladas y grises nubes frenan
las siluetas vagas… Huyen, penan,
y el beso y emoción auguran llanto.

La penitencia del viral desierto
sellaron el altar con cual vencía
de adulación a frustración lo incierto.

Volcara una sutil anomalía,
pero jamás por eficaz acierto,
burlara en mi desdén la antorcha mía.

2 comentarios:

omar enletrasarte dijo...

oye Daniel, la pieza que nos entregas con forma de soneto, tiene una sutileza genial que nos dice muy bien algunas certezas,
te mando saludos

PD digo en forma de soneto, por algunas reglas no cumplidas por ti, pero claro está, siempre respeto al poeta más que a la poesía

elvira daudet dijo...

Amigo Daniel:

Tu poema tiene personalidad.

No importan tanto las reglas como el propio germen de la poesía, ese mundo de palabras y aire que es capaz de crear el poeta para ordenar el caos. Tú, no cabe duda, te has creado un mundo fantástico, procura que éste no ahogue con sus excesos a la palabra.
Un abrazo
Un fuerte abrazo
Elvira

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